10.23.2011

La pregunta es: ¿crítica o hagiografía?


"Una conclusión a efectos prácticos: el discurso crítico
es en el fondo admirativo. Pensamos que a Naomi Klein
le gusta el mundo en que vive. Pensamos  que la crítica
es hagiografía. Pensamos que el discurso es irrelevante.»
Alberto Olmos, Ejército enemigo




  Era Peter Sloterdijk quién en su respuesta a Carta sobre el humanismo de Heidegger reivindicaba la escritura en su concepción humanista: entender el fenómeno literario -ya sea filosofía o ficción- como cartas a amigos, epístolas dirigidas a un receptor contemporáneo o futuro. En su condición epistolar la escritura deviene  un acto de complicidad, que presupone al otro y asume su estatuto de amigo. Así, por ejemplo, se tejieron dos obras principales del humanismo, como son Utopía de Thomas More y Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam: escritos formidables de intenciones lúdicas, controvertidos por su oblicuidad y sentido de la ironía.
            El ejercicio irónico nace en esa misma pretendida fraternidad entre escritor y lector, pues parte de ese alambicado querer decir lo que se dice para que se entienda otra cosa; lo cual es en vano si el lector no es el adecuado, si la lectura no es la buscada. El juego literario y estético ya no consiste en la anquilosante dualidad ficción/realidad con su consiguiente juego de referencias simbólicas. En otras palabras: el texto se pliega sobre sí mismo en un juego especular.
«La ironía descubre debajo de las imágenes, y dentro de ellas, un vasto campo de juego intelectual, una vibrante atmósfera de hábitos fantásticos y raciocinantes que convierte a las cosas representadas en otros tantos símbolos de una realidad más significativa» reflexionaba Pavese en abril de 1941, y añadía: «para ironizar no es necesario bromear».
            La pregunta es: ¿qué hizo Shakespeare al escribir Hamlet sino poner al descubierto los engranajes de esta metodología? ¿qué sino pretendía Hamlet con su teatro grotesco, al confrontar trágicamente al rey usurpador con su culpa?
            Quizá tenga Sloterdijk razón al proclamar que esta forma de entender la literatura se haya perdido, que éste es su grado cero, confirmando a gran escala la mercantilización de la cultura tan preconizada por las facciones apocalípticas de esa misma cultura que están condenando. Arte subversivo es ahora una contradictio in terminis. Ésta es la principal enseñanza -si se puede hablar de contenido pedagógico alguno- que suscita o, mejor dicho, que nos lega Ejército enemigo.
            En su manierismo ideológico, la novela pone en tela de juicio la posibilidad de escapar de una forma u otra del status quo del capitalismo mediático. «La solidaridad ha fracasado» - se nos repite una y otra vez. Aunque no solamente la solidaridad ha fracasado, pues con ella también la cultura entera: el mercado -en su escalada hacía esa suerte de sociedades anarcocapitalistas a.k.a socialdemocracias- que tiene en la publicidad y internet sus principales bazas, se ha convertido en nuestro implacable leviatán bicéfalo. La intimidad, lejos de retroceder -como algunos han querido ver-, se ha visto entronizada como el centro gravitatorio de principales técnicas de mercado.
            Esta misma tesis la sostiene Illouz en sus conferencias Intimidades congeladas: «El yo privado nunca tuvo una representación tan pública ni estuvo tan ligado a los discursos y valores de las esferas económicas y política». Alberto Olmos pone al descubierto, a la vez que parodia, los mecanismos culturales que llevan la intimidad a un primer plano: aún riéndose de las consideraciones tremendistas de Baudrillard acerca de la realidad como simulacro, vemos como en su novela los personajes se diluyen en los signos que suponen sus propios discursos; ésto es, sus intimidades transformadas en objeto especular a partir de emails, diarios, sms, redes sociales...
"Well, can I drem, can't I?" - David Lynch
          
  Con la publicidad como sempiterno telón de fondo descubrimos que: «la guerra no se ha declarado. No hay bandos suficientes para contender. Sólo hay un bando, que se ejercita luchando contra sí mismo en un espejo mediático». El corolario inevitable es que no hay guerra posible, no hay indignación, no hay revuelta. Están sus imágenes, sus mensajes; o lo que viene a ser lo mismo: información caduca, el principal residuo de la espiral massmediática de nuestras sociedades de capitalismo avanzado. Tardocapitalistas. Hipermodernas. Líquidas. De nuestra cultura posmoderna, débil, afterpop. La cultura se dice de muchas maneras. Bulimia nominal, y diversión hasta morir.
            En cualquier caso, la pregunta es: ¿qué es la crítica sistemática sino una forma de apología? ¿son Bauman, Lipovetsky y tantos otros el ejército enemigo o son solamente la nefasta confirmación de la potencia omniabarcadora de la bestia metamórfica que pretenden contender?
            En Ejército enemigo todo empieza con una muerte y una carta. La pregunta es si la muerte es consecuencia de la crítica, y la carta su expiación. O si la carta está cargada con la culpa y la muerte es la crítica. O si la muerte era a causa de la culpa y la carta una crítica. La pregunta es quien lo pregunta y a quien lo pregunta.

           La pregunta es si Sloterdijk tenía razón y el pensamiento en su forma epistolar ha desaparecido. La pregunta es si la literatura ya no tiene la respuesta. La pregunta es si es posible la crítica, si es posible más allá de la hagiografía o si realmente el discurso es irrelevante. La pregunta es. Es si Ejército enemigo realmente consiste en una carta que, como el teatro de Hamlet, revela de forma oblicua que no todo está perdido; o si, en todo caso, esta carta es su acta de defunción. O si es ambas cosas.
La pregunta es si «saber la verdad no nos impide actuar como si no la supiéramos. Si la verdad es inútil y lo único útil es otra realidad».
Esa es la pregunta.