Aquí os dejo el enlace de la reseña que he publicado en Núvol. El diari digital de la cultura sobre el volumen de cuentos els homes del sac, de Damià Bardera.
12.24.2012
Vivisecció
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Damià Bardera,
El cep i la nansa,
els homes del sac,
Núvol
12.09.2012
«Contigo sí»: amor, razón e ironía en Mujeres, hombres y viceversa (II)
¡Es el amor, estúpidos! o MYHYV
como lectores de Zygmunt Bauman
Para aquellos
que no se han acercado a un libro de Weber y no han leído eso de que la
modernidad llevaba consigo el desencantamiento del mundo y, corolario
inevitable, que eso del amor se va al garete, pueden estar tranquilos. Dos
instancias fundamentales de nuestra actualidad se han encargado de hacérnoslo
saber: Zygmunt Bauman y Sexo en Nueva York. Aparecen, además, como contrapunto
uno del otro: Bauman (Amor líquido,
2003) nos dice que el amor ya no es lo
que era, que las relaciones ahora son frágiles, virtuales, utilitarias,
higiénicas, fáciles de usar y, lo más trágico, desechables.
Entonces
interrumpirán ustedes y se preguntarán sorprendidos, quizá indignados tras
escuchar las palabras del sociólogo de nuestro tiempo: ¿para qué MYHYV? ¿para
qué tanto buscar, si el amor ya no existe, si ahora las relaciones son sólo
sexo, y los individuos, pervertidos por el mercado, mercantilizados y alienados,
se fijan solamente en el exterior, abandonados a la lógica del consumidor, y no
ven personas sino objetos, de los cuales les interesa solamente su bella
fisonomía? ¿para qué -insistirán ustedes- si las relaciones no son duraderas,
la sinceridad ha perdido su significado, y ya no se puede decir "te
quiero" sino un deje de ironía?
![]() |
Miguel Brieva, Dinero |
Es
posible que ese mismo instante, en un arrebato histérico, en un crescendo del fragor de su enfado, tiren
por la ventana su ejemplar de Perdona si
te digo amor, y que, al comprobar que esa edición de bolsillo consagrada al
amor romántico -esa impostora esencial que les ha generado vanas esperanzas- no
es capaz, en su cualidad de compacto, de romper el cristal y cruzar el umbral
de la república independiente de su casa,
es posible -decíamos- que se vean obligados a lanzar también la trilogía entera
de Crepúsculo, infundados en la
seguridad newtoniana que esos mamotretos romperán sí o sí el cristal. Aun con
todo, son muchas las posibilidades que el sonido del cristal al romperse no
aplaque por entero su ira y piensen que la saga de vampiros tampoco era tan buena como para realizar
tal función catártica. Por ese motivo pueden verse conducidos por un daimon a usar como proyectil todo aquel
objeto que ya no sea un ídolo de vuestra devoción al Amor Verdadero y,
aprovechando la irregular salida de emergencia recién abierta en la ventana,
procedan diligentemente a expulsar de su humilde morada los CD's de Pablo
Alborán, El Canto del loco y Maldita Nerea, junto con la edición de
coleccionista de El diario de Bridget Jones
y las seis temporadas de Sexo en Nueva York.
"Espera
un momento" dice la voz de la consciencia o del subconsciente, que bien
podría ser la de Emma 'Hermes' García, poniendo de manifiesto aquello que no
sabes que sabes. "Espera un momento pues, eso de 'amor de feria', y la
liquidez de la relaciones, la fragilidad esencial de una esfera que ha perdido
todo su valor, no era el lugar de dónde partía Sexo en Nueva York?¿No era lo
que sabía Samantha?¿No es aquello que nos ha enseñado Carrie? Pero, y más
importante, ¿no es verdad que aún es posible el amor? ¿no hay un excedente que
va más allá de la materialidad, de la fragilidad, de la mercantilización? ¿no
hay cosas que el dinero y la cirugía estética no pueden comprar?".
La
consecución irrefrenable de estos sabios pensamientos ha hecho que te quedarás
petrificado con las siete temporadas de Sexo en NY en la mano en una posición
cercana a la del Discóbolo. Crees tener que sentarte a reflexionar, a sacar
rédito de las resonancias que aún puedes notar en tu cabeza. Te das cuenta que
frente a ti está el televisor, aún encendido, y que -¡cómo pasa el tiempo!- ya
son las doce y media y es hora de MYHYV (porqué, claro está, tenias puesto
Telecinco). Decides mirarlo, como para ahuyentar ese momento socrático de
autointerrogación dialéctica y obsesiva acerca de tus propias convicciones, y
es entonces cuando te das cuenta de:
1) Los protagonistas de MYHYV son lectores de
Zygmunt Bauman.
2) Los protagonistas de MYHYV son conscientes que el
amor verdadero no se da a primera vista, sino que es fruto del trabajo: la comunicación,
la sinceridad, la intimidad, la comprensión y el respeto son elementos
fundamentales para construir una relación.
Y, por lo tanto:
3) Si te esfuerzas, en el amor, nada es imposible.
La falacia de Jano como
condición de posibilidad para el amor
Ok. Bien. Vamos a ponernos teóricos. Lo que hemos
querido destacar con ésta recreación pantomímica era la tesis que Eloy
Fernández Porta ha expuesto en Emociónese
así: «No vivimos en una cultura materialista y utilitarista donde los
viejos y buenos valores se han perdido: vivimos en una cultura de raíz
cristiana donde los valores que fundaron las diferencia entro lo íntimo y lo
público, entre el amor y el dinero, siguen muy presentes, tanto más cuanto el espectáculo de su transgresión reafirma
su poder simbólico». Y no sólo esto: «en el estadio del capitalismo en que
nos encontramos [el fenómeno de la reificación de los afectos] no es solo un
ente represor de la voluntad; es, sobre todo, un dispositivo productor de subjetividades, que las genera y las codifica
a la vez».
La
imagen que Bauman y tantos otros presentan en sus estudios sociológicos no es
una revelación esencial que tenga que impresionar a sus lectores en tanto se
den cuenta de que hemos perdido el paraíso, que esa edad ya pasó y resulta que,
encima, era de oro. Antes bien, de hecho, la consciencia de la mercantilización
y reificación de los afectos, de los estragos perversos de un capital omnímodo
que se ha apoderado de las personas, sus consciencias y sus relaciones, la
encontramos muy extendida por el tejido social. Ese discurso condenatorio no
es, por lo tanto, la excepción, sino la condición de posibilidad de otro
discurso sobre el amor y los afectos.
Esta
idea que el verdadero amor romántico -irracional, gratuito, orgánico y privado-
es contrario a las categorías del capitalismo es lo que Fernández Porta
considera bajo el nombre de Falacia de Jano: «consiste en contemplar el pasado
con ojos idealistas y filosóficos a la vez que se mira el presente con
escepticismo sociologista». Paradójicamente, si algo define la ética mediática
sobre los vínculos afectivos es el bombardeo constante de prescripciones,
soluciones en diez pasos, panaceas instantáneas o largos caminos de aprendizaje
que, lejos de exhortar la celebración dionisíaca, de incitar al sexo duro y sin
amor, en fin, a la carnavalización absoluta y a la disolución final de las
relaciones, se centran en la racionalización, intelectualización e indexación
de las emociones, en la conformación de conductas y el trabajo en el
comportamiento, en el auge de un nuevo sistema de valores que ponen al
individuo y su interés como centro de elección racional.
No
hay, por lo tanto, extinción del amor romántico, sino redefinición, como muy
bien saben los participantes de MYHYV. Si nos ocupamos de este programa en
cuestión no es tanto que hito de una cultura decadente y podrida, sino como
caso paradigmático y diáfano del nuevo
dispositivo productor de subjetividades que tiene en el amor una de sus
principales bazas. Eva Illouz
denomina a este nuevo dispositivo ethos
romántico: «en el marco de la cultura contemporánea, el amor se sitúa en la
consciencia divide entre la utopía de la autorrealización creativa y el
desencanto de saber que nuestra vida es la pálida sombra de las fantasías
poderosas que crea la máquina de consumo».
Hay
por lo tanto una oposición entre las historias que nos contamos sobre la vida y
la vida que nos montamos sobre las historias, entre las ficciones reales y las
realidades ficticias. Los tronistas y los pretendientes de MYHYV son
conscientes de la alta codificación de los discursos sobre el amor, aunque de
veras no hayan leído nunca a Bauman ni a La Rochefoucauld con eso de que hay personas que jamás se habrían enamorado
si no hubieran oído hablar del amor. "Sí, está bien -parece decir Rafa
Mora, uno de los más conocidos participantes- quizá Luhmann tenga razón, y el amor no sea un sentimiento, sino solamente
un código de comunicación simbólico de acuerdo con cuyas reglas de expresan, se
formulan o se simulan determinados sentimientos, pero coño -seguiría
diciendo el bueno de Rafa- ahí está Lucía La Piedra, emblema nacional y símbolo
de la pornografía, la personificación absoluta de como la sexualidad puede ser
reducida a un producto, manufacturada y consumida, pero, ¡mira, mira! también ella puede enamorarse, y no de
un perfecto Ken, como cabría esperar, sino de Pipi Estrada, que hasta en el
nombre es ridículo".
Los
protagonistas de MYHYV saben que poco o nada pueden usar la retórica del amor a
primera vista, han flexibilizado el horario laboral de Cupido porque son
conscientes que la retórica del amor romántico únicamente es consistente el 14
de febrero. En resumidas cuentas, saben que el amor tiene un valor moralmente
más elevado que el sexo per se, y se
preguntan, con Romeo, ¿es posible ser auténticos? Añadiendo, a la clásica
pregunta: ¿es posible ser auténticos en medio de un plató de televisión, cuando
estoy siendo económicamente retribuido para encontrar el amor, cuando los
intereses materiales son los que marcan el compás de todos y cada uno de los
acontecimientos? La respuesta no es solamente sí. La respuesta es: precisamente
por eso vas a encontrar un amor auténtico, porque va a sobreponerse a todo eso.
Ya
no se trata tanto de fundar la relación en la atracción sexual (los tronistas
hacen girar sobre su propio eje a los pretendientes, para admirar su cuerpo,
pero sólo eso: todos saben que el
exterior tampoco importa tanto), sino que deben fundarla en el
conocimiento. El lenguaje que se usa para hablar de ese amor es el de
"sinceridad", "compañerismo", "comunicación",
"diversión", "trabajo", "cimientos",
"construcción", etc. En este
sentido, el tempo de la relación es lento, pues, como apunta Fernández Porta,
contra las relaciones frágiles y solubles «crecen y fructifican las relaciones
sólidas. Al imaginar esa ilusoria relación pura, las parejas toman en cuenta
varios factores, entre ellos la compatibilidad, el sentido del humor..o la
certidumbre de vivir en una época en que ese vínculo es excepcional y valioso».
Por
lo tanto, MYHYV no es sino la escenificación final de ese proceso de elección
racional aplicado a las emociones que permite las transacciones entre sus
protagonistas en un Mercado Interaccional en el cual el capital emocional es la
moneda de cambio (Randall Collins, 2005). Además reproduce a pequeña escala,
como una caja china, el modelo de reafirmación del poder simbólico a partir de
la transgresión: antes, cuando trazábamos la cartografía del plató y sus
extramuros, así como el papel de alguno de sus personajes, apuntábamos a unos espacios de verdad. Mientras que el
plató y el intercambio de pareceres mediático puede mostrarse como una penosa
actuación y una pantomima guionizada, los encuentros, las citas -aquello que ha
pasado fuera del programa o aquello que el protagonista no puede decir o no
sabe decir porque está demasiado emocionado, y Emma Hermes debe acudir al
rescate, aparece como la verdad esencial, aquello que transgrede los códigos-
es el lugar donde la autenticidad puede hacer aparición.
Mujeres y Hombres y Viceversa supone, en
último término, la consagración de un ethos
romántico basado en la racionalidad, en una concepción terapéutica del
sujeto, que dispone sus relaciones en vista a su salud emocional, y que ve como
un trabajo la creación de relaciones sólidas. Tras el Apocalipsis del trato interpersonal, es el workaholismo en las relaciones lo que, finalmente, si -como
tronistas- ponemos manos a la obra para extraer conocimiento de los
pretendientes, para así poder trabajar mejor, el excedente, la plusvalía de
nuestro esfuerzo será el amor.
"Dejemos
atrás a Hollywood, a Federico Moccia y a Pablo Alborán: no nos montemos
historias sobre la vida, montemos la vida sobre las historias. Eres tú el
tronista de tu vida: el mundo es el mercado de pretendientes, pero cuidado no
vayas a pillar una relación frágil y posmoderna, que de esas abundan. Tu
esfuérzate, y ya verás".
Podemos
entender ahora porqué Fernández Porta alerta que «la fórmula de la originalidad
en el capitalismo es la de los anuncios de burdeles: "contigo sí",
fórmula que postula una elección meditada y selectiva en un contexto donde
reinan la promiscuidad y la indistinción».
12.06.2012
«Contigo sí»: amor, razón e ironía en Mujeres, hombres y viceversa (I)
"Y mientras él hablaba yo estaba pensando:
qué historias nos montamos
sobre la vida,
qué vida nos montamos con las
historias."
La contravida, Philip Roth
Encabezar una reflexión sobre Mujeres y hombres y viceversa -de ahora en adelante MYHYV- con una
cita de Roth en la que se exhorta la bidireccionalidad de la narración y la
vivencia puede no parecer paradójico. Dada su condición de reality show, la dicotomía realidad/ficción, como también las
oposiciones verdad/falsedad, vida/historia o objetividad/simulacro, son
segregadas irremediablemente. La espectacularización de la -supuesta-
intimidad, la tropología que exige toda narración (en este caso televisiva),
así como un sinfín de razones que aquí es preciso soslayar, constituyen los
componentes sine qua non es pensable
el concepto mismo de reality show.
Para
los legos en el programa televisivo en cuestión -ése rito iniciático de la
imaginería choni y la estética del Homo Inditex -, para los ínclitos
ascetas que, como Vargas Llosa, piensan que la cultura está en decadencia y por
ese motivo rehúyen enardecidamente los reality
shows -identificándolos como epitomes de esa desviación perversa de las
almas endebles a las fáusticas promesas de la TDT-, para todos ellos, íbamos
diciendo, trazaremos parcamente un esbozo del funcionamiento del programa, para
pasar luego a devanar algunas de las características que -desde un punto de
vista sociológico- es posible señalar en relación a la concepción del amor que
subyace como realidad ulterior del circo mediático y que -podemos aventurar- es
la explicación última de la excepcional recepción del programa.
Cosmología y verdad en MYHYV
La mescolanza de elementos que conforman el mundo de
MYHYV es inabarcable: como toda cosmología que se precie, está dotada de una
heterogeneidad de elementos estructurales que más les gustaría a esos payasos de Gandía Shore. Es por esto que
aquí vamos a trazar una descripción necesariamente sesgada: sirva esto de aviso
al lector, a la vez que de pequeña captatio.
Perdónesenos entonces la laxitud que nos tomamos al prescindir de explicar en
detalle, por ejemplo, la función para nada desdeñable de Lucía La Piedra a.k.a
Míriam Sánchez y su acólito Pipi Estrada.
La
mecánica de MYHYV es la siguiente: un hombre (o una mujer, aquí siempre es y
viceversa) es elegido por el programa como tronista. Este rey, electo por un equipo de guionistas, recibe el
susodicho título nobiliario, el cual lo imbuye de poder para ejercer el rol de
administrador en un harén de aproximadamente diez mujeres, las cuales
participan voluntariamente con el objetivo de conquistar, cual pequeños
trovadores de la poligonera lírica del perreo,
el amor incondicional de su rey y llevárselo a ese metafórico y sacrosanto
huerto. Así, y contradiciendo el dictum clásico, según el cual de gustibus non disputandum est, el
desarrollo del programa consiste en un toma y daca entre la libidinosa plebe
que, de un lado, hace honor a la descripción del estado de naturaleza
hobbesiano al enfrentarse individualmente a sus congéneres, conducidos por sus
más básicos instintos y un irrefrenable deseo de hacerse con su priápico
trofeo, mientras que, del otro lado, cada pretendiente muestra una servidumbre
bíblica a su patriarca, guardándose su virginidad mediática -pues acostumbra a
ser la única que le queda- , para obnubilar al Dios pedestre, terrenal y salido
de una sesión de body gym, tratando
-en último término- de conseguir sus amorosos favores en el espacio liminal y
consensuado de Las Citas.
Este
vodevilesco game of thrones tiene
como ring el plató televisivo: es necesario acometer su descripción
cartográfica para comprender acertadamente el funcionamiento del programa y el
sentido verdadero de Las Citas. En el centro del plató nos encontramos con los
tronos, alrededor de los cuales se distribuyen unas gradas donde los
pretendientes se agolpan como espectadores privilegiados, sujetos y objetos del
devenir amoroso. Esta pista central está custodiada por unas gradas aún mayores
que, en forma de anfiteatro, acogen al público
-el cual, podemos adelantarlo, tiene un papel activo en el acaecer de los
acontecimientos-. And last but not least,
debe destacarse el simulacral backstage:
los protagonistas pueden acceder a las bambalinas televisivas para apartarse de
la rabiosa mirada del Otro, el Espectador Presente y Activo, para sincerarse y
abandonarse a la paradójica intimidad que les concede la omnímoda mirada del
objetivo de la cámara -vestigio analógico de su visibilidad nacional-. Este
ardid narratológico permite (re)presentar el trascenio como un espacio de verdad que ocupa un lugar
central en la construcción de la trama.
Si
bien hasta ahora hemos reflejado el funcionamiento del mundo terrestre, del
aparente centro de gravedad, no debemos detenernos aquí: el plató es solamente
el benemérito templo en el cual los humanos disputan acerca de La Verdad, de
las revelaciones que han experimentado cual Santa Teresa en éxtasis: a través
de confidencias y rumores, se da
cuenta de las sensaciones que tienen sus protagonistas, de los Hechos y los
Sentimientos, así, en mayúscula. Pero nos preguntamos nosotros, como se ha
preguntado la tradición filosófica al largo de la historia, ¿qué es la
realidad? ¿es posible la autenticidad afectiva?¿Es este mundo, Nuestro Plató,
solamente el proscenio de un noúmeno oculto e inaccesible? La realidad, claro
está, siempre es algo que está más allá: son Las Citas.
Los
tronistas, pues, deben citarse cada semana con alguna de sus pretendientes,
para así ir conociendo e interactuar con sus posibles parejas. Las citas, que
se realizan fura del plató, constituyen otro de los espacios de verdad. Es en ellas donde los protagonistas pueden
desenvolverse con naturalidad, ser ellos mismos, y no dejarse
amedrentar por su entorno, no impostar su carácter, no actuar para las cámaras.
En lo que consiste un salto gestáltico, las citas son vistas como un lugar para
la intimidad, donde estamos solos tu y yo (y el cámara, el micro, el ayudante
de cámara, el director de fotografía, ese
tipo que lleva los donuts y la novia del ayudante, porque le hacía gracia venir).
Presentada
la geografía básica del plató (y sus extramuros), es necesario atender a los
personajes estáticos que se mantienen allí perennemente. En primer lugar, y
brevemente, podemos ocuparnos del papel del público: una caterva de homos sentimentalis entre los cuales
encontramos una serie de personajes que trabajan para el programa. Su función,
simple, es la de opinar acerca de aquello que ven. Juzgar como juzgan los
espectadores en casa: precisamente ése es su papel, el de conseguir que el
receptor se vea inmiscuido. Además, está visión está reforzada por el hecho que
tronistas y pretendientes son, como Ulises en la cueva del cíclope, Nadie. Son
ése Nadie, como tú y como yo, que ha accedido a la fama, que ha excedido sus
minutos warholianos de gloria televisada, y que de este modo perverso y cañí ha
transformado y adaptado el american dream
de la ascensión social.
En
segundo lugar ha de destacarse el papel crucial de la presentadora, Emma
García. Esta, lejos de ocupar un lugar visible y central, la posición
geopolítica que le permitiera moderar los intercambios verbales de los
protagonistas, la encontramos sentada en las gradas. Es más: está sentada en
las escaleras para acceder a las gradas. Esta disposición táctica responde a la
voluntad de ceder a la realeza y su séquito la atención del objetivo de la
cámara, a la vez que para difuminar su voz entre las del público, como diciendo
"Eh, que yo soy una más; Eh, que yo solo soy un mero observador".
Está calculada humildad tiene la función de acumular rédito para su papel
esencial: no el de Dios todopoderoso y omnisciente, que es capaz de poner y
disponer a su inefable voluntad; no crea ex nihilo, ayudada por sus
demiurgos-guionistas, las relaciones que van a establecerse; no detenta,
tampoco, el poder del sacerdote, pues su campo de acción no se limita al finito
poder de administrar el reino de Dios en su beneficio, y perdonar los pecados
de su pastoral.
Entonces,
¿cuál es el papel de Emma? Es el de Hermes, Dios mensajero. Su función
es análoga al del pequeño dios olímpico: trasladar los mensajes de los Dioses a
los hombres (y mujeres y viceversa). No
nos referimos solamente a la banal función de poner en conocimiento de los
participantes lo que la Dirección Del Programa decide, información que le llega
por el pinganillo-oráculo. Para eso no se necesita un Dios alado, eso lo podría
hacer cualquiera, ¡hasta una voz en off! ¡quizá podría el mismísimo Constantino
Romero! Pero no, vade retro
Constantino, porqué su papel fundamental, y ahí vamos ya entrando en materia,
es el de traducir a los participantes los mensajes encriptados que el Dios Amor
les deja caer y que ellos, ciegos como Edipo, son incapaces de ver, obnubilados
como están por encontrar el destino en la fisonomía de aquellos que los rodean.
No
en vano lo que se ha llamado hermenéutica -desde las elucubraciones bíblicas y
la desambiguación de textos legales a la disciplina filosófica- toma su nombre
de Hermes. El papel de Emma es el interpretar el mensaje oculto en los signos,
el de actualizar el sentido de conjunto, el de hacer emerger el horizonte de
significación. Su trabajo, en otras palabras, es explicitar, dar consistencia
narrativa. Como un experto psicoanalista, se dirige a tronistas y pretendientes
diciéndoles, con Lacan, que ellos
precisamente saben mucho, sólo que igual que con el inconsciente, no saben que lo saben. Como un adiestrado funambulista, Emma García
sortea la voluntad de los protagonistas, arrincona la herética autoría de estos
sobre sus propias palabras, y imbuye con un nuevo sentido cada una de las
construcciones verbales. Todos los capítulos diarios aparecen como una clase
magistral de estética de la recepción: lo que teorizarán Eco, Jauss o Iser
parece un injerto teórico innecesario, puesto que Emma, con radicalidad
postmoderna, hace bandera de la muerte del autor, erigiéndose como lector
todopoderoso (y, en su caso, como único lector). A lo que los protagonistas
sólo pueden responder con un ligero movimiento de cabeza como diciendo
"pues esoh mimo quería decí yo". La verdad, esta vez, no se encuentra en un espacio concreto, sino que
nos es revelada.
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