4.17.2011

Roberto Esposito o el pensamiento de lo impersonal (2)

Finalmente encontramos la propuesta de Esposito de un pensamiento, de un práctica, de lo impersonal: no se trata de repudiar el término persona sino de revalorizarlo. Para logarlo parte de tres ámbitos distintos: la justicia, la literatura y la vida.
                En relación al tema de la justicia recupera el pensamiento de Simone Weil, quien denuncia el carácter particulista y, por tanto, excluyente de la conjunción entre derecho y persona: cree que el único modo de pensar una justicia universal ha de encontrarse en aquello impersonal, “es aquello que da la vuelta a lo propio haciéndolo impropio”[1][1]. Weil no quiere negar la persona: la función de lo impersonal es eliminar el bloqueo interior dentro de la persona, su mecanismo de discriminación y separación.
En el campo de la literatura Esposito recupera la obra de Blanchot, quien abre el camino hacia lo impersonal en la escritura, “rompiendo la relación de interlocución que en la palabra dialógica vincula la primera y la segunda persona”[2][2]. Se busca una descentramiento de la voz narrativa, una renuncia por parte del escritor a favor de la impersonalidad de una historia representada por personajes que ellos mismos están privados de identidad (está pensando en las aportaciones de Musil i Kafka): la impersonalidad penetra en la estructura misma de la obra, “exponiéndola a una continua salida de sí”[3][3].
El tercer elemento que Esposito quiere relacionar con el paradigma de lo impersonal es la vida, y en filosofía ha sido tratado por Foucault y Deleuze: el camino de la deconstrucción de la persona pasa por el pliegue de la vida (en tanto que inmanencia) sobre sí misma, eliminando cualquier figura de transcendencia. No por casualidad la idea que corona este pensamiento es la de “devenir animal” de Deleuze. Hay una reivindicación de la animalidad como nuestra natura más intrínseca: “el devenir animal del hombre, y en el hombre, significa – y exige- la disolución del nudo metafísico presente en la idea y en la práctica de la persona, a favor de un modo de ser hombre, ya no en camino hacia la cosa, sino finalmente coincidente sólo consigo mismo”[4][4].
Esposito quiere mostrar como el concepto de persona, con la carga teórica de que va acompañado, deviene un elemento negativo para el propósito que persiguen aquellos quienes lo promocionan. Es este el motivo que lo lleva a hablar de un pensamiento impersonal: quiere dinamitar la noción de persona para poder así reconciliar al hombre con el hombre. La noción de persona va acompañada siempre de un desdoblamiento, eso es, de un límite, una distinción: esto es persona, esto es cosa. Esta taxonomía es clava en el sí de un sistema biopolítico: si hay una primacía ontológica de la vida de la persona respecto de las otras formas de vida, entonces –como Esposito apunta- el paso de la biopolítica a la tanatopolítica es muy pequeño.
La voluntad de tender hacia un espacio de impersonalidad es un tema que, formulado de distinta forma, estaba ya, como hemos visto, presente en la obra de Foucault: fue él quien puso de manifiesto el trabajo de la norma en nosotros, quien señaló como el hombre era capaz de autoimponerse ciertos preceptos; en otras palabras, apunto al poder de subjetivación a partir de las tecnologías del yo. Parece que Esposito tiene presente la idea foucaultiana de perder el rostro: “Más de uno, como yo sin duda, escriben para perder el rostro. No me pregunten quién soy, si me pidan que permanezca invariable”[5][5]. Si Foucault halaba de la experiencia de autotransformación y des-subjetivación en la escritura –tanto en la filosofía como en la literatura- no es extraño que Esposito se decante también por esta y se centre tanto en Foucault como en el trabajo teórico de Blanchot.
Por lo tanto, y ya a modo de conclusión, se puede decir que lo que Esposito está haciendo responde –en gran medida- al proyecto foucaultiano: parte de uno de los conceptos que más fortuna ha hecho (y sigue haciendo) durante les últimos años y se propone su genealogía, teniendo por objetivo mostrar la inadecuación del mismo. A partir de aquí entronca con el trabajo de des-subjetivación, renombrándolo bajo el nombre de pensamiento de lo impersonal, y entiende esta empresa como una forma de reconciliar al hombre con sí mismo –viejo ideal humanista- , como una forma de suprimir esa escisión interior que origina el concepto de persona.


[1][1] Esposito, R; Términos de la política. Comunidad, inmunidad, biopolítica
[2][2] Ibídem
[3][3] Ibídem
[4][4] Ibídem
[5][5] Foucault, M; La arqueología del saber, Siglo XXI, 2009, Madrid

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